"¿De quién pueden estar las mayores posibilidades del triunfo en una guerra? De quién tenga más medios, de quien disponga de más elementos. Ello es evidentísimo. Pues bien: extensa cual es la sublevación militar que estamos combatiendo, los medios de que dispone son inferiores en grado sumo a los medios del Estado español, a los medios del gobierno. Si la guerra, cual dijo Napoleón, se gana a base de dinero, dinero y dinero, la superioridad financiera del gobierno de la República, es evidente". Se dice que hay políticos que tienen el Estado en la cabeza: don Indalecio Prieto Tuero debió ser uno de ellos, cabiéndole además la Patria en el corazón y el Socialismo en el entendimiento. Seguir la carrera de Prieto, de sus actos y de sus decisiones, de sus discursos y sus escritos, es recorrer la vida política española de la primera mitad del siglo XX: los orígenes del socialismo, las luchas de éste contra el nacionalismo vasco en Vizcaya, la caída de Alfonso XIII, la llegada del régimen del 14 de abril, el drama de la guerra y la desolación del exilio. El presente volumen recoge, precisamente, una gavilla de textos del que fuera ministro de la República en varios ramos y en los que se puede estudiar su trayectoria política y la evolución de su pensamiento, desde un socialismo entendido como vía para llegar a un profundo liberalismo, por más que esta expresión pueda causar hoy extrañeza, hasta sus últimos testimonios en favor de unos estados unidos europeos que él sólo vería nacer tímidamente pero que supo prever en la amplitud de instituciones que hoy conforman la Unión Europea. Hombre de crasos errores y ciertas lagunas pero de indudables aciertos y gran coherencia, de él se dice que, de haber aceptado la propuesta de Azaña para formar gobierno en mayo de 1936 la guerra más incivil vivida por España podría haberse evitado AUTOR Indalecio Prieto Tuero (Oviedo, 1883 – Ciudad de México, 1962) lo fue todo en el Partido Socialista Obrero Español y en la política de la primera mitad del siglo XX. Criado en Bilbao y tipógrafo de oficio, enseguida descolló en la prensa del momento por su pluma certera y sin concesiones, pasando pronto a engrosar las filas de un socialismo que todavía maduraba bajo la presidencia de Pablo Iglesias. Ya en la II República se desempeñó como ministro de Hacienda y luego de Obras Públicas, pasando, durante la guerra, a las carteras de Marina y Aire y, posteriormente, de Defensa Nacional. Exilado en México, llegaría a la presidencia de su partido, desarrollando una política tenaz pero realista en aras de una unión de fuerzas que, bajo el amparo de naciones democráticas occidentales, logrará desalojar del poder en España al general Francisco Franco. Su verbo parlamentario fustigó una monarquía señalada como responsable última del desastre de Annual pero también las ínfulas separatistas de un nacionalismo vasco que consideraba incompatible con el espíritu liberal español. Por supuesto, fue látigo de la derecha más reaccionaria pero también del ala radical del PSOE. Arrepentido por haber sido uno de los inductores de la Revolución de 1934 y por ciertas actuaciones durante La Guerra Civil, su retiro en México le permitió reflexionar sobre sus errores: