En sus nuevas Veinticinco historias de amor (y algunas más), la carne trémula se deja penetrar en profundas incisiones practicadas por el maestro. Los gérmenes de los relatos son tan intensos que se dirigen directamente hasta el imposible y más allá. Justamente en eso consiste el amor según Egido: en una fuerte energía que, rompiendo el sentido de la realidad, ironiza con las convenciones del mundo, saltando por encima de las mismas. La historia amorosa, profusa siempre y folletinesca de suyo, recibe aquí un tratamiento astringente que corta de seco con las frecuentes hemorragias verbales que vemos en otros escritores. El horizonte está formado por sólo lo sustancial en toda fuerza venérea. Del amor, aquí, queda exclusivamente su impulso; aun pulverizado, de él se mantiene con energía lo que es su trazo, su criptograma, su inicial: A.

Fernando R. de la Flor