Recorridos

Apreciado Morfeo

Dormir (o no)

Noctámbulos, insomnes, sonámbulos, sufridores de la noche... Gente para quien la noche no signfica del todo un descanso, o para quien la salida de la luz del día representa el peso que la noche les ha dejado y que deberán soportar con su propia conciencia, su mirada, un cansancio eterno. El terrible suplicio del insomnio: horas y horas sudando el cojín, aprehenendiendo la nada, tic tac, asumiendo el silencio. Horas y horas de literatura mal escrita, de poesía mal digerida, de lecturas inútiles.

No dormir por voluntad, para experimentar el cansancio, porque uno quiere atravesar la noche despierto; no dormir como una fatalidad, como una losa, el espanto oscuro que gira sobre si mismo. Y después la sensación de no estar del todo cuando se hace de día. Vueltas y más vueltas, encender la luz, apagarla, leer, fumar, esperar, contemplar, caminar por los pasillos de la casa como si fueran los bosques de Okinawa, el desierto de Mojave. La noche como un espacio hostil. Convertirse en un zombi y esperar otra vez la noche como quien espera una droga que sabe que le hará daño.

Sea experimentando el frío del invierno o sudando las horas no dormidas del verano -ambas torturas son válidas-, las noches en blanco son un pulso terrible con Morfeo; pulso que después tiene sus consecuencias -no necesariamente malas. Aquí agrupamos una serie de escritores que, sea como sea, han experimentado la noche de un modo peculiar, han sufrido el insomnio en sus propias carnes. Y han vuelto.

Como mínimo, si uno tiene insomnio, podrá sentir una cierta empatía.

Buenas noches. O no.