Los escépticos son legión, y muchos de ellos observan los escenarios catalanes apesadumbrados; descreídos y especialistas de la sospecha que no han descubierto aún que el teatro catalán respira - no sin cierta dificultad - a través de los pulmones de las nuevas generaciones de dramaturgos.

Muchos de ellos combinan la escritura con la dirección escénica o la docencia - Jordi Prat i Coll, Pere Riera -, o la elaboración de textos propios con la dramaturgia de obras ajenas - Jordi Faura, Marc Rosich. Los hemos conocido gracias a iniciativas como Areatangent, donde inició su carrera Jordi Casanovas, actual director de la sala Flyhard; la temporada que dedicó al teatro catalán la sala Beckett, con textos de Marta Buchaca o Gemma Rodríguez; o el ya consolidado proyecto T6 del Teatre Nacional, con estrenos sonados como los de Josep Maria Miró, y donde podremos disfrutar de las nuevas piezas de Marilia Samper y Helena Tornero.

Futbolistas, libreras francesas, hikikomoris, clientes de clubes de sexo, sindicalistas, familias como Dios manda, turistas profesionales, narcolépticos que juegan al ajedrez, prostitutas, cogals, padres, madres, hijos, muchos hijos... son algunos de los personajes que habitan la geografía cartografiada por estos funámbulos de la escena que transitan por la cuerda floja, sin red, con la creatividad explosiva en una mano y los presupuestos inciertos en la otra.